Un fotógrafo y una diseñadora de moda querían comenzar una nueva etapa en su vida con un cambio radical: el de su casa, un piso de los años 60 en Madrid al que su mala distribución le daba un interior laberíntico y oscuro. Y cuando decimos laberíntico, no exageramos ya que, para entrar en la cocina, había que cruzar un dormitorio (puedes ver el plano antes y después en la galería de imágenes que precede estas líneas).
El encargado de hacer borrón y cuenta nueva fue el arquitecto Iker López Consuegra. «Querían un espacio multidisciplinar, creativo, cómodo, estético y armonioso con el que identificarse y en el que compaginar su vida privada con ciertos aspectos de la profesional», nos cuenta. El primer paso fue determinar dos zonas, una pública con el salón, el comedor y la cocina, y otra privada, con tres dormitorios, dos baños y un despacho. Separando ambas encontramos una gran lámina de madera que se puede ocultar por completo en la pared. Una vez lograda la distribución funcional, el próximo objetivo fue aprovechar al máximo la luz que entraba por los ventanales con orientación sur. El interiorista ideó unas divisiones móviles de forja y vidrio que permiten crear una frontera entre el salón y la cocina, a la vez que dejan pasar los rayos del sol. La puerta de acceso a este espacio común también es de cristal, inundando el pasillo de acceso de luminosidad.